No hubo quien se resistiera a sus encantos.
Regaló besos, dio abrazos y se dejó sobar por cualquiera (y cuando decimos cualquiera, queremos decir....cualquiera!)
Fue el precio a pagar por esa Wii... y por casarse.
Aunque disfrutó con ello, el muy cabrón...!
Despedida Asier |